‘Machos’, las “bolitas” hechas de pinol que se resisten a ser olvidadas en Matagalpa
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‘Machos’, las “bolitas” hechas de pinol que se resisten a ser olvidadas en Matagalpa



Ni el adolescente que hace los mandados en casa, ni la encargada de despachar en la pulpería entendería hoy que es un “Macho”. Este antiguo producto que es una especie de pinolillo instantáneo, está en extinción, las manos matagalpinas que lo hacían de forma masiva, dejaron de elaborarlo y con ello casi sepultan toda una historia de padres y abuelos de este lado del país.


Los "machitos” son bolitas de pinol principalmente, al que se le agrega cacao. Era visto por los niños de antaño como chocolate “made in” Matagalpa. Los traviesos le echaban poca agua y azúcar y listo, “tocaban son”. Pero en el hogar, era la principal base de refresco que no faltaba. Manos laboriosas de madres y abuelas de antaño volvían locos a los niños con el producto.


"Mi abuelita me enseñó a hacerlo y me dijo que aprender me ayudaría a sobrevivir", dice Lydia Dormus, una señora de 65 años que vive en la zona sur de matagalpa cerca del cementerio, por el sector conocido como la Islita.

Ella es quizás, una de las últimas artesanas dedicadas todavía a hacer “machos” o “machitis”. Recuerda que aprendió en el mismo lugar donde todavía lo elabora desde hace más de 50 años. “No había casa donde no los utilizaran para hacer el pichel de pinolillo que acompañaba el almuerzo”, reseña Dormus.


"Yo aprendí a hacer ésto por mi abuelita, Teresa Dormus Aguilar, tenía yo 13 años y me dijo que me iba a enseñar a elaborar “machos” y 52 años después, lo sigo haciendo. Aunque ahora la gente prefiere otras cosas, he vivido toda mi vida de ésto”, asegura orgullosa.


Dormus asegura que desde que su abuelita falleció, ella quedó con la tradición de elaborar los "machos", aunque lamenta que la gente no los busque como antes. “Pocos lo compran, pero todavía quedan personas que les gustan, gracias a Dios. La gente prefiere, creo yo, esos refrescos artificiales que ya vienen endulzados, aunque sean poco saludables o el pinolillo empacado que tampoco es saludable”, critica.


Hasta las cantinas los comparaban


“La fábrica” de Dormus es su casa, sus máquinas, son sus manos. En la comodidad de su casa en una silla mecedora con una pana y el pinol en polvo aun sin moldear, es con la tranquilidad que ella trabaja. Lo hace relajada, a la vista de sus gallinas de patio. Elabora 500 bolitas de “machitos” en la semana para entregarlas en diferentes ventas de la ciudad.



"Yo recuerdo que con mi abuela entregábamos bastantes bolitas en Guanuca, hasta en cantinas íbamos a dejar”. Lamenta que incluso en Matagalpa, el producto también es reemplazado por el pinol de bolsitas. “La verdad si, es que ni en sabor se compara, nunca será igual al de los machos”, reitera.


Doña Lydia vive sola en su humilde vivienda, sus hijos están casados y a veces ella está acompañada por sus nietos. Cuenta que vive una vida muy tranquila, y dos veces a la semana elabora los "machos", los lunes y viernes. "Yo invierto 800 córdobas comprando el maíz y el cacao, de ganancia solo obtengo 300, y eso son los que me como, el resto vuelvo a invertirlos y así me ayudo con los gastos", explica.


La artesana admite que otro enemigo de los “machos” son los precios del maíz y del cacao. Suben casi semanalmente. Esto para ella, dificulta a veces adquirir la materia prima, sin embargo, se ha casado con la idea que debe seguir haciéndolos hasta que ya no pueda más. “Es que es una tradición, aunque uno gane menos cada vez”, asegura.

Algunas pulperías aún los venden


Carmen Montoya tiene una pulpería pequeña en su casa. Asegura que nunca le faltó entre sus productos los “machitos” y que claro, la gente lo buscaban más antes. Contó que desde hace tres años, ella cuenta en su pulpería con un jarrón especial para las bolitas de pinolillo. “Aquí sigo vendiéndolos en el mismo lugar de hace 30 años. Cuesta dos córdobas la bolita, antes valía 50 centavos”, recordó.



"Este jarrón (lo muestra) es una reliquia en mi casa y en mi ventecita, me lo han querido comprar, pero no he querido vender, es especial para mis “Machos”, ahora la gente ya no vende de ésto, mire aquí en esta cuadra hay siete ventas y nadie, solo yo vende machos", dijo contenta de saber que se escribe sobre el producto.


“Aquí a mi hijo le hago fresquito de pinol, sacó dos “machos” y le hago su pichelito. Cada ocho días, doña Lydia Dormus me trae y le compro 100 pesos de machos. Mantenemos viva una tradición”, asegura.

Los machos “amigos de viaje”


Eddy Kühl, historiador matagalpino, cuenta que los machos eran usados bastante por viajeros nicaragüenses, cuando había que cruzar ciudades en travesías que en el pasado tardaban días. Según el también escritor, el producto lo mezclaban con agua de los ríos y ya tenían su refresco para seguir el camino.



"El Macho no se pudre porque es seco, el viajero los llevaba para su bebida, igual que llevaban carne salada y secada al sol. Una bolita de Macho es para dos jícaras, ya que no habían contenedores metálicos y los de vidrio se quebraban en el viaje", explica. “El Macho forma parte de nuestra cultura y tradición gastronómica en el norte de Nicaragua”, reitera Kühl.


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