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De vendedor ambulante en Managua a boxear en el extranjero



Desde los ocho años el capitalino Alexander Mejía de 30 años, ha sabido lo duro que son las calles para ganarse el sustento para su hogar. Por algunas zonas de Managua se escucha el pregonar de aquel hombre de tez clara, fácil sonrisa, brazos gruesos que va cargando un arco de alambre donde cuelgan unas bolsitas de jocote, mangos, coyolitos, entre otras frutas, mientras con un trapo se seca la frente.


Esta actividad la ejerce a diario como una forma cotidiana de llevar el sustento a su hogar en el barrio Santo Domingo de la capital. Por las zonas donde pasa vendiendo los vecinos lo saludan porque además de ser un ejemplo de superación, también es un boxeador que poco a poco va alzando vuelo en el violento mundo del cuadrilátero.




Su más reciente pelea la protagonizó en el Sheffields Arena de Inglaterra contra el invicto Hopey Price, que pese al revés del pinolero, este asegura que seguirá adelante. A pesar que este humilde muchacho ha viajado a otros países a pelear, asegura que tiene bien puestos los pies sobre la tierra y sabe que luego retomará su oficio de vendedor.


“Yo vengo de una familia muy humilde, mi papá es comerciante y él me enseñó a vender frutas ácidas desde que yo tenía ocho años y siempre me siento orgulloso de ser un vendedor ambulante. Mi vida ha sido muy dura, he vendido tomate, chiltomas en una panita, también he vendido tortillas, naranjas, bananos, mandarinas entre otros productos, y gracias a Dios he conseguido muchos logros”, explicó.

Asegura que su trabajo no es fácil porque cargar un aro con unas cien bolsas de jocotes, groceas y mangos significa un peso que muchas veces le hace tambalear el cuerpo.




Este muchacho de extractos humildes, recuerda que durante un soleado día de 2006, como siempre salió a vender, pero cuando pasaba por el viejo estadio Denis Martínez, observó a unos muchachos practicando boxeo bajo las orientaciones del entrenador Bayardo Martínez y desde ese día comenzó su carrera pugilística en Nicaragua conocido como “Popeye” Mejía.


“Cuando yo salgo a vender a las calles la gente me saluda y me anima. Aunque ahorita no he trabajado en la venta, cuando llegue a Nicaragua voy a tomar mi venta y saldré una vez más de ambulante, y siempre le pido a Dios que nunca me quite mi forma de ser. Generalmente me van a ver en las calles de la una hasta la cinco de la tarde, y siempre balanceó mi negocio con las prácticas de boxeo. Entreno de lunes a jueves desde las dos de la tarde a siete de la noche, los viernes voy al gimnasio más temprano para salir a trabajar por la tarde y sábado y domingo la dedico a mi negocio”, explica.

“Popeye” está casado con una capitalina y tiene dos hijos menores, y lo que gana en sus peleas lo utiliza para el sustento de su pequeña familia. Por eso entrena muy duro con mucha disciplina para seguir cosechando éxitos en el pugilismo que generalmente es una carrera corta.


“Aunque mi vida ha sido dura, con todo el dinero que he conseguido, que por cierto no es una gran cantidad, lo utilizo para el sostén de mi familia y a mi papá, la verdad que yo tengo una gran responsabilidad en la vida”, sostiene.



Este boxeador nicaragüense es reconocido a nivel nacional por su ejemplo de superación que ha pasado de las calles soleadas de Managua a en hoteles extranjeros esperando que suene la campana del cuadrilátero y poner en alto la bandera nicaragüense.


“A los muchachos que están iniciando en el boxeo, les aconsejo que sigan luchando por sus sueños, como lo he hecho yo, que sean disciplinado y entrenen duro, que estén seguros que Dios les va a abrir puertas, no en el momento que ellos quieran, sino en el que Dios quiere, porque Él tiene muchos propósitos para nuestras vidas. No dejen de ir al gimnasio. Yo me he sacrificado desde hace muchos años, soy muy exigente conmigo mismo y entrenar muy duro”, finalizó el púgil nicaragüense.

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