
En la última década, la población indígena Miskita de Nicaragua ha enfrentado un incremento significativo en los desplazamientos internos, principalmente en la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte. Este fenómeno se debe a una combinación de factores que amenazan su seguridad y subsistencia.
Una de las principales causas de estos desplazamientos es la invasión de colonos mestizos en territorios ancestrales. A pesar de que la Constitución nicaragüense reconoce la propiedad comunal de estas tierras y prohíbe su venta o permuta, el tráfico ilegal de terrenos ha proliferado, fomentando la migración de personas desde otras regiones del país hacia áreas indígenas. Este conflicto territorial ha derivado en enfrentamientos violentos, resultando en asesinatos, secuestros y agresiones, obligando a numerosas comunidades miskitas a abandonar sus hogares en busca de seguridad.
“La población se siente muy insegura y para evitar cualquier riesgo deciden migrar a otras zonas del país o salir del territorio nicaragüense y buscar otras oportunidades de asentamiento”, explica un líder social comunitario.
Además de la violencia directa, la presencia de colonos ha provocado una crisis alimentaria entre los pueblos indígenas. La usurpación de tierras destinadas a la agricultura y la caza ha limitado el acceso de los miskitos a sus medios tradicionales de subsistencia, exacerbando la inseguridad alimentaria y forzando a más familias a desplazarse en busca de recursos básicos.

“Por ejemplo, en la temporada de verano los colonos aprovechan para tumbar la mayor cantidad de árboles y luego encienden fuego y eso lo reducen a cenizas. Luego establecen pastos. Hay una pérdida total del ecosistema y eso daña la fertilidad de las tierras”, explica otra comunitaria miskita consultada para este reporte.
En los últimos diez años, se han documentado múltiples incidentes que evidencian la gravedad de la situación. Desde 2015, se han registrado numerosos asesinatos, secuestros y agresiones contra miembros de la comunidad miskitu. Estas agresiones han generado un clima de temor y vulnerabilidad, impulsando el desplazamiento de comunidades enteras. A lo anterior se le suma el cambio climático cuyos efectos se han acelerado y han afectado la subsistencia de las comunidades miskitas.
“Debido a la variabilidad climática los cultivos de arroz, frijol, yuca, maíz, plátano, tubérculos y malanga no se desarrollan de buena manera. Hay comunidades que siembran y que pierden sus cultivos y la población no tiene la capacidad de respuesta o un capital para restablecer o suplir las necesidades alimenticias para esta temporada. Antes habían organizaciones que apoyaban con semillas y granos, pero eso en los últimos años ha sido nulo y el gobierno de Nicaragua no tiene planes ni programas integrales de apoyo a las comunidades”, agrega la líder social.
La respuesta estatal ha sido insuficiente para proteger a las comunidades indígenas y garantizar sus derechos territoriales. Organizaciones de derechos humanos han denunciado la falta de acción efectiva por parte del gobierno nicaragüense para prevenir y sancionar la violencia, así como para implementar procesos de saneamiento territorial que restituyan las tierras a sus legítimos propietarios.

Este contexto de desplazamiento forzado no solo amenaza la integridad física de los miskitos, sino que también pone en riesgo su cultura y forma de vida ancestral. La pérdida de territorios y la dispersión de las comunidades dificultan la transmisión de conocimientos tradicionales y debilitan la cohesión social, elementos fundamentales para la preservación de su identidad.
Los líderes locales insisten en su grito de auxilio para que las autoridades nacionales escuchen el clamor de protección a su historia ancestral y su descendencia.
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