Una grave amenaza ronda a estudiantes de secundaria de Estelí y Somoto: drogas. Autoridades educativas de estos centros, se encuentran preocupados y han activado las alarmas entre los padres de familia.
El problema, señalan, puede salirse de control, porque las instituciones carecen de un plan especial para tratar el tema, según han admitido y dejan en manos de la policía acciones preventivas que solo tienen efecto en el corto plazo por recurrir más a la cohesión que a la persuasión. Para algunos estelianos, no basta con amenazar con cárcel a los chavalos, “se necesitan soluciones más integrales”.
El uso de cigarrillos electrónicos y de tabaco, el consumo de alcohol y de algunas drogas prohibidas como la marihuana, además de actos de indisciplina, abandono temporal de clases y deserciones permanentes, son males que crecen a la sombra y que afectan a jóvenes y adolescentes de esta zonas del país.
Son conocidos en estas localidades, casos en los institutos “Francisco Luis Espinoza” (INFLE) de Estelí y en el “Augusto Salinas Pinell” (INASP) de la ciudad de Somoto. “Estos problemas nos están arrebatando a los chavalos”, se lamenta una madre de familia que sufre en la lucha de librar a su hijo del consumo de marihuana.
Amarga experiencia
“Ha sido difícil”, admite la madre. El muchacho tenía una vida de “altibajos” que empeoró a mediados del año pasado. Cursaba su cuarto año de secundaria y todo se vino abajo cuando la llamaron para informarle que el jóven ya no asistía a clases y que en vez de eso, se escapaba junto a otros para el consumo de hierba. Ahora no estudia, tampoco trabaja y cada día la adicción empeora. “El colegio solo lo echó, y lucho sola con esto”, dice la mujer de 52 años, viuda desde hace seis.
Pero estos problemas no son tan nuevos en los centros de educación secundaria tanto de Estelí como de Somoto. Un padre de familia contó para este reporte que se viene hablando de esta amenaza al menos en los últimos cuatro años. “En estos centros hay clases en la mañana, tarde y noche. Son un montón de muchachos y hay horarios como la tarde y la noche que uno se descuida y ahí nacen los problemas”, advierte.
Cree que en este tiempo, con todos los problemas de este tipo, los centros deberían contar con planes especiales y hasta recomendó alianzas con instituciones que trabajan con el problema de las adicciones. “¿Qué es lo que pasa? Qué el Estado se lanzó contra un montón de oenegés que podrían colaborar contra este mal, ahora los chavalos y nosotros los padres, la luchamos solos y no es fácil”, señala.
Expendios cada vez más cerca
Otros padres culpan a la negligencia de autoridades que con la aparente excusa de promover la actividad comercial en los municipios, permiten establecimientos nocivos cerca de colegios. “Vemos que los establecimientos de venta de licor aumenta y aunque se sabe donde operan los expendios de drogas, las autoridades hacen poco”, acusa otra madre afectada.
“Muchos de los alumnos tienen la facilidad de involucrarse en el consumo de licor y drogas porque esos lugares están a menos de 30 metros de los colegios”, denuncia también una maestra de secundaria. Agrega que ella misma, ha tenido que encarar a sujetos que se dedican “al narcomenudeo” en las cercanías a los centros educativos.
Algunas medidas tomadas por docentes y directores de estos institutos son las llamadas de atención a los alumnos problemáticos, la revisión a las mochilas en temporadas al azar, la suspensión temporal de clases, las citaciones a los padres y en el peor de los casos, la expulsión del centro. “Eso no ayuda, es apenas una campanada de que algo anda mal”, dice la docente.
“Problema es de todos”, dicen padres
Don Manuel es un técnico agrícola de 49 años con un hijo de 15. Contó que el año pasado, enfrentó problemas en casa porque el muchacho estaba fumando tabaco y cigarrillos electrónicos. “Él estaba estudiando el noveno año (cuarto grado) y lo sorprendieron junto a otras chavalas. Lo suspendieron temporalmente de clases y nos mandaron a llamar”, relató.
El año pasado, estos casos se presentaron con mucha frecuencia en el INFLE, cuyas instalaciones se ubican en la parte suroeste urbana de la ciudad de Estelí. Varios tutores elaboraron informes a los directores donde describían actos de indisciplina de algunos alumnos entre las que se contaban riñas entre alumnos, consumo de cigarrillos electrónicos, de tabaco y marihuana durante los cambios de clases, recreo, comienzo y fin del turno.
Los informes fueron compartidos con padres de familia en reuniones trimestrales. En esas reuniones, también se abordó la preocupación por accidentes de tránsito en la que se vieron involucrados algunos estudiantes que manejaban motos bajo efectos de ciertas sustancias.
Otra preocupación la causó el reporte ese año de dos casos de suicidios de jóvenes; uno ocurrió en Estelí y el otro en Somoto. Estudiantes que conocieron de las tragedias, dijeron que ambos estaban ligados al consumo de sustancias prohibidas.
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