Este 10 de enero se cumplen 17 años desde que Daniel Ortega retornó al poder en Nicaragua después de su primer mandato en los años 80´s, cuando ganó las elecciones tras el derrocamiento del dictador Anastasio Somoza Debayle.
Desde antes de 2007, Ortega fraguó su vuelta a la silla presidencial con reformas constitucionales tras un pacto con Arnoldo Alemán, el caudillo del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), que acordó bajar el porcentaje para ganar las elecciones en primera vuelta electoral con un 35%.
Al inicio de su mandato, Ortega se alió con el sector privado y la iglesia católica para dar la impresión que no era el mismo que gobernó durante los años 80´s un período recordado por largas filas para conseguir alimento, el servicio militar y una profunda represión contra la ciudadanía que se oponía al modelo de gobierno del FSLN.
A pesar que por muchos años Ortega supo contener el descontento social y a sus adversarios una reforma al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS) y el incendio en la reserva de biósfera Indio Maiz en 2018 puso a tambalear su mandato, cuando unas protestas cívicas encabezadas por adultos mayores y universitarios se tomaron las calles de Managua y se replicaron en varios departamentos del país.
En ese momento, el régimen de Ortega sacó su verdadera cara y empezó una represión contra todos los opositores dejando como resultado más de 350 fallecidos y miles de nicaragüenses exiliados, desterrados y desnacionalizados.
Después de 17 años, Nicaragua sigue siendo un país sin democracia, donde las últimas elecciones libres fueron en 2007 y las nuevas generaciones no han podido ejercer su derecho al voto.
Organismos de derechos humanos han denunciado constantemente las arremetidas de Ortega e incluso han identificado varios crímenes de lesa humanidad. Asimismo, Nicaragua se convirtió en un país sin prensa independiente, sin periódicos y sin noticieros que informen la realidad de lo que acontece en el país.
En 2021, Ortega mandó a encarcelar a todos sus contrincantes para las votaciones generales, donde los nicaragüenses habían depositado sus esperanzas para salir de la represión, sin embargo no contaron con legitimidad ni representatividad y el abstencionismo fue el verdadero vencedor.
Actualmente, el régimen Ortega-Murillo está prácticamente aislado de los países latinoamericanos, europeos y Estados Unidos, además sacó a Nicaragua de organismos como la Organización de Estados Americanos (OEA) y ha negado la entrada a las Naciones Unidas y sus mecanismos.
Comentarios