Hortensia Muñóz es una fiel devota de Jesús del Rescate. Tiene 55 años y desde hace más de 30 años no se pierde una peregrinación a su santuario. Muñóz no puede ocultar su tristeza por la prohibición a la que considera una hermosa tradición.
“No hay palabras para describir esto. No tiene nombre, ¿Cómo pueden arrancarle al pueblo sus tradiciones? Me duele en el alma esto que nos hacen. Han sido 33 años continuos de peregrinar con mi carreta”, se queja.
Cuenta que unos amigos les prestaban su burrita para la ocasión, la que de cariño bautizó como “monchita” y la que siempre llevaba a la peregrinación. “La verdad no tiene perdón esto que hacen, pero no será por mucho tiempo esa es nuestra esperanza”, sentencia convencida.
Más de un centenario de creencias
La imagen de Jesús del Rescate estuvo inicialmente en la Ermita San Sebastián, un templo que fue devastado y desapareció cuando ocurrió el terremoto de Rivas en el año 1844.
La imagen se quebró en varios pedazos y se trasladó al templo de la iglesia San Francisco de Rivas. Allá los fieles popoyuapeños lograron restaurar la imagen de Jesús del Rescate. La imagen estuvo por poco tiempo en la iglesia Candelaria y semanas después fue trasladada al Santuario Nacional.
“La imagen tiene como 300 años y la tradición de las Carretas Peregrinas más de 100, recuerdo que hubo un momento en que casi se cancela la llegada de las carretas porque asistieron como 14 carretas al Santuario, pero logramos el apadrinamiento y pudieron estar con Jesús del Rescate. Solo ahora, es la primera vez que se cancela una tradición tan bonita”, dijo un devoto de Rivas.
Año con año, arribaban más de 300 trescientas Carretas Peregrinas de los católicos que viven en los llamados Pueblos Blancos del país. Los fieles creyentes recogen todo el año para poder visitar a Jesús del Rescate y dar sus ofrendas como muestra de agradecimiento por milagros y favores recibidos.
Las Carretas Peregrinas realizaban su recorrido con una duración aproximada de cinco días, luego los promesantes hacen una parada en el sitio llamado Gil González del departamento de Rivas, en donde se realizaba “el apadrinamiento” de las mismas.
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