Los que leyeron un post que Juan Carlos Ortega Murillo difundió el 19 de julio de 2022 en sus redes sociales, no dudaron en pensar en que el hijo del binomio que gobierna por la fuerza a Nicaragua, pudo estarse nominando para suceder a su padre en el poder.
Un año después y más recientemente, ese Ortega Murillo, parece haber perdido la justa frente a su hermano Laureano Ortega Murillo o al menos es lo que algunos analistas creen. “La sucesión ya está consumada”, dice a plomo un politólogo que pide hablar del tema si se resguarda su identidad por encontrarse aún en el país.
El tenor sustituyó a sus padres en un acto público el 15 de noviembre pasado en el acto de entrega de 250 unidades de buses de transporte de origen chino a cooperativas de Managua. La delegación en él fue más que repentina, inesperada. Incluso su madre, Rosario Murillo, la vocera gubernamental, había anunciado a mediodía la presencia de Daniel Ortega en la actividad. Pero el que llegó fue Laureano.
“Nuestro Comandante Daniel hará entrega de 250 nuevas unidades de autobuses a las familias, a través de las cooperativas de transportistas”, anunció Murillo, que tampoco asistió a la actividad. Otra cosa extraña. “Ortega puso a Laureano, su hijo, a nivel de Rosario Murillo, a quién todos veían como la sucesora porque el mismo dictador lo dijo antes. Esto fue sorpresivo, pero disipa toda duda sobre quién sería el sucesor”, señala al respecto el analista.
¿Tercia en la familia?
La crisis sociopolítica que se gestó tras las protestas de abril de 2018 no solo fracturó al país entero, la estructura de poder del Frente Sandinista, FSLN, se vio también flotando “en dos aguas”: entre quienes defendieron que Daniel Ortega y Rosario Murillo armaran paramilitares y ordenara a policías disparar a matar a los manifestantes y los que esperaban que resolviera la crisis de otra manera, como lo hizo en el pasado con sus acostumbradas “mañas de político”. Pero no, la respuesta fue sangrienta.
Una parte de la militancia sandinista repudió las acciones violentas implementadas por su régimen y que significaron el asesinatos de 355 ciudadanos que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, le acuñó a Ortega a Murillo y a sus fanáticos armados. Aquella organización política que luchó contra una dictadura con apellido se convirtió de repente en la defensora de otra, con otro apellido; los Ortega-Murillo.
Muy pronto, Ortega recuperó el control del país, pero él y el FSLN perdieron el capital político de izquierda acumulado desde antes de 1979, año en el que llegaron al poder con la última revolución armada que vio América Latina. El Ortega guerrillero, es ahora un dictador y su organización política, es un grupo familiar al que tienen acceso unos pocos porque en nadie confían.
A Ortega y a Murillo, los años ya les pasan factura y envejecen juntos, al mando de un gobierno considerado ilegítimo por una treintena de países que no le dan valor a las votaciones de noviembre de 2021. En esos comicios, Ortega tomó por la fuerza un cuarto mandato, con sus principales adversarios políticos encarcelados, tras ordenar su secuestro para que no le compitieran el poder en las urnas. Sus jueces les celebraron juicios, los condenaron y este año, Ortega y Murillo, ordenaron su destierro a Estados Unidos.
Con 78 años de edad y metido en política desde los 17, Daniel Ortega tiene claro que el tiempo se acaba, que hay que pensar en un sucesor. Aunque Rosario Murillo trabajó desde muy temprano en su sucesión y en Juan Carlos Ortega, como el siguiente en la dinastía que quieren imponer en el país, “el comandante-presidente” ya parece haber ungido a otro hijo: Laureano. El rockero, casado con la exreina de belleza Xiomara Blandino, deberá conformarse con seguir haciendo propaganda.
“Ortega ha mostrado claramente que no confía en nadie ya, más que en su familia. Y aunque la propuesta era una (Juan Carlos) hace tiempo vino trabajando en la suya. El delegó en Laureano Ortega las tareas más sensibles como aminorar el impacto del aislamiento que viven, uniendo al país a bloques de países donde el verticalismo es claro; China, Rusia, Irán, por mencionar algunos”, señala el politólogo.
“Sobre los demás hijos, quedan haciendo lo que les delegaron, dirigir medios de propaganda, intentar mostrar un país que no está en ruinas, que vive una democracia ficticia con poderes del Estado, elecciones etc, pero sobre todo, que ha sido víctima de un supuesto golpe de Estado del que se defendió cometiendo crímenes de lesa humanidad”, explica el experto.
¿A Murillo le falló “ojo de buen cubero”?
Para nadie es un secreto que la apuesta de Murillo era su hijo Juan Carlos. Sobre él, dijo que era la reencarnación del General Augusto C. Sandino, luego de escuchar embelesada al Sai Baba, un gurú a quien ella seguía y que le explicó que había visto en aquel muchacho que padeció trastornos del habla, la figura del personaje que inspiró la lucha armada contra la dictadura de los Somoza.
Juan Carlos llegó a creérselo también y mientras Laureano pasaba sus días comprando ropa fina y asistiendo a los teatros de ópera en busca de también hacer carrera musical en ese género, el preferido de Murillo “se empapaba” de la política sandinista, al extremo que su tesis para optar al título de periodista en la UCA, trató sobre la influencia en el país del partido que dirigen sus padres. Y aunque intentó hacerse notar sobre todo después de la rebelión cívica del 2018, no pudo con su hermano, el tenor.
“Nadie puede negar que Juan Carlos hizo lo que pudo”, dice un excatedrático que lo tuvo en sus aulas. “Era un muchacho callado, tímido más bien, aunque cuando debió hablar lo hacía. Era notable la influencia política de los padres. Yo creo que él también esperaba ser el ungido”, asegura el profesor de comunicación.
Un rockero “contrariado”
En julio del año pasado, Juan Carlos Ortega Murillo habló de lo que muy pocos se atreven a hablar dentro de las estructuras de este sandinismo que su familia controla más radicalmente desde su retorno al poder en 2007.
Dijo que cuando “Daniel no esté, su fuerza vital, de pueblo, visión de futuro soñado y externo, lo vamos a encarnar todos. Y será el FSLN el que acuñará todo ese proceso junto a las mujeres, hombres, niños y niñas que reformamos la Nicaragua bella y soñada, que sabemos que es posible. El sueño es alcanzable”, escribió.
“Pareciera que él esperaba que fuera posible, que el sueño, es decir, lo que él soñaba, era alcanzable. Ponía al Frente Sandinista a la cabeza de esa posibilidad e invitaba a que todos sus seguidores fueran parte. Claro que estaba en campaña interna”, cree el excatedrático.
Quienes conocen a Juan Carlos Ortega Murillo, solo envidian los lujos con los que vive, porque creen que igual que los otros hijos del matrimonio Ortega-Murillo, fueron arrastrados por sus padres al cuidado de los intereses de su proyecto político, lo que implicó que renunciaran muy jóvenes a los que les gustaba hacer.
Por ejemplo, a Juan Carlos Ortega Murillo, lo desvelaba el sueño de vivir de su música. Se consideraba “un rockero nato” y amante de las bandas, pero Murillo lo obligó a hacer eso a un lado, para ocuparse de su propaganda política en el Canal 8 de televisión y otras estaciones de radio que tiene bajo su administración.
Juan Carlos Ortega Murillo se graduó de periodismo en la Universidad Centroamericana, UCA, robada por sus padres a los jesuitas, escribió para periódico EL NUEVO DIARIO, que cerró por presión también de sus padres e hizo de todo para contarse entre las bandas y músicos de la Managua de noche hasta que otra vez, sus padres intervinieron al secuestrar, desterrar y expulsar a varios de ellos entre ellos a Josué Monroy, de Monroy & Surmenage, Salvador Espinoza y Xóchitl Tapia de Saxo Producciones.
Algunas versiones periodísticas llegan a acusar a Juan Carlos de ser el responsable de esos secuestros al sentirse fuera, mientras amigos y rivales del “mundillo musical”, crecían con sus bandas. Él, aunque tenía el dinero para grabar un disco semanal si quería, fue alejado de los escenarios por su madre, quien lo puso detrás de un aburrido escritorio desde donde ni siquiera es importante luchar por rating porque tampoco hay competencia.
Lenguaje de guerra…
Una fuente cercana a la familia relató que Juan Carlos, fue criado más por “una nana” que por su madre Rosario Murillo. Nació el 17 de octubre de 1981, dos años después de la revolución sandinista. Ortega y Murillo, estaban metidos de cabeza en la Junta de Gobierno que sucedió a la dictadura de Somoza mientras él crecía.
El 15 de noviembre de 2019, hizo su primera aparición política. Un debut con pocos buenos recuerdos, debido a que los trastornos del habla que se creían superados, volvieron esa vez por los nervios. Se le vio frente a las instalaciones del Consejo Superior de la Empresa Privada, Cosep, desde donde amenazó con balas a los empresarios si seguían apoyando la rebelión cívica.
Ortega Murillo anunció el surgimiento de un movimiento que llamó “4 de Mayo”, que es la fecha en la que el General Sandino, se negó en 1927 a firmar el acuerdo del Espino Negro. “No hacía falta analizar mucho para concluir que la reunión del muchacho con varios de sus amigos de fiesta en aquel lugar era una sugerencia de su mamá. Se quiso dar un mensaje cargado de simbolismo; dignidad, Sandino, Juan Carlos Ortega, todo eso”, comenta el excatedrático.
12 días más tarde, apareció en otro video ya más elaborado, pidiéndoles apoyo y unidad a los mismos empresarios a los que antes había amenazado para supuestamente superar la crisis que sus padres no resolvieron como políticos, sino que respondieron con violencia.
De “la marihuana libre” al partido único
Ninguna declaración pública de los hijos del matrimonio Ortega-Murillo causan tanto revuelo como los apuntes de Juan Carlos Ortega Murillo. Desaparecido de las apariciones públicas como las que hizo en las instalaciones del anulado Cosep hace cuatro años, volvió al ataque desde su redes sociales el 22 de abril del año pasado.
El cuarto hijo de Daniel Ortega y Rosario Murillo, propuso desde su cuenta del antiguo Twitter la legalización y comercialización de la marihuana en Nicaragua. Pero no era todo, agregó que se debería hacer bajo el modelo de economía familiar que promueven sus padres en la apuesta económica populista del país.
Ese día, Juan Carlos Ortega propuso producir y comercializar la marihuana y sus derivados para aportar a la micro y pequeña producción tanto en el campo como en la ciudad. “¿Cuándo será el momento para que Nicaragua comience a discutir formalmente la viabilidad (o no) de despenalizar la producción, comercialización, tenencia y consumo de cannabis sativa y sus derivados?”, se preguntó. La cuestión disparó los comentarios burlescos en su contra y claro, no faltó quien le recomendará “atención para tratarse las adicciones”.
Un experto en este tema, calificó la propuesta como “controversial”. Explicó que aunque hasta hace un año más de 40 países habían avanzado en despenalizar el uso de la marihuana y sus derivados con fines medicinales y recreativos, “hay claras grietas” alrededor de esa decisión, comenta para este reporte.
Todavía son desconocidas las consecuencias que pudo tener la propuesta de Juan Carlos Ortega en El Carmen, las residencia que ocupan en Managua Daniel Ortega y Rosario Murillo, pero para el politólogo, cada vez se alejaba de la sucesión, pese a ser el predilecto de Murillo. “Es posible que hayan dejado de tomarlo en serio”, señala.
Al mes siguiente volvió a levantar otra polvareda. Juan Carlos Ortega levantó una bandera que nadie quiere en el país, aunque en la práctica lo vive de forma forzada por voluntad de sus padres: el partido único. “El sistema de partidos políticos debe reinventarse o tomar el camino más sano, que es hacerlo desaparecer y establecer el modelo de partido único, empoderando a los gobiernos locales con mayor capacidad de gestión sobre el gobierno nacional”, recomendó.
Ningún municipalista entendió la propuesta del cuarto hijo de Ortega y Murillo. La exguerrillera Mónica Baltodano, quien por muchos años trabajó en temas de municipalismo, advirtió en ese momento que pese a que en el país el único partido que prevalece es el Frente Sandinista, contrario a beneficiar a los municipios, ha destruido su autonomía. Hasta julio de este año, por ejemplo, tres alcaldes y un vicealcalde, han sido destituidos por órdenes del régimen, sin que haya una explicación pública para sus electores.
Sueños de reina y cambio de fe
Es posible que Juan Carlos Ortega Murillo supiera que perdía “la bendición”, mientras miraba a Laureano aparecer como “supercanciller” enviado por su padre a China y Rusia para firmar acuerdos de cooperación con beneficios “a cuenta a gotas” para el país.
Su pareja, Xiomara Blandino, una exreina de belleza que alguna vez despertó mucha simpatía en Nicaragua por su buen paso en los concursos internacionales, de repente había entrado también en escena en la búsqueda de ganar puntos para la sucesión. Ella claro, apostaba por Juan Carlos.
Al comenzar enero de 2021, por ejemplo, Blandino difundió en su cuenta de instragram una foto con su suegra, Rosario Murillo a quien le expresa su amor puro. “Te amo Rosario, sos lo máximo”, escribió Blandino, que acompañó el texto con una imagen donde aparece abrazándola.
Seis meses después, en julio de ese mismo año, Blandino, contó también en Instagram que había visto al fallecido Carlos Fonseca Amador, fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional. “Lo vi en una esquina de mi cama! Viva el FSLN! Él llegó a mi cuarto! lo vi. Yo se que no me creen, pero él me visitó”, insistió arrancando todo tipo de reacciones en redes sociales.
Pero no paró ahí. Este año, en abril, Blandino, sumó otra acción para congraciarse con El Carmen; se bautizó en la iglesia evangélica en tiempos en que sus suegros le hacen una guerra feroz al clero Católico, los ha encarcelado, expulsado y confiscado sus bienes. Su suegro, incluso llegó a acusar de mafia a los obispos y sacerdotes y al Papa Francisco, de permitirles todo tipo de crímenes.
No sabemos si por casualidad o planificado, ese día que Blandino anunció su bautizo, su suegra arremetió contra la iglesia católica. Dijo que se habían inventado un Dios que nada tenía que ver con “el Dios verdadero”. Llamó a los sacerdotes codiciosos, egoístas y avaros.
Aquello ocurrió un día miércoles, pero no un miércoles cualquiera, era un día santo, según el calendario católico.
Siete meses después Juan Carlos Ortega sigue en el mismo lugar a dónde su mamá lo mandó y Laureano, ya probó que se siente ser como su papá, aunque él sin ambages, prefiere representarlo dentro de un un fino saco, ello aunque tenga que codearse con los sudorosos conductores de buses de Managua.
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